viernes, 26 de junio de 2009

Cortney Tidwell - Boys


Luego de Don’t Let Stars Keep Us Tangled Up en el 2006, a principios de este mes de junio llegó Boys, segundo álbum en largo de Cortney Tidwell, una artista norteamericana que se había revelado en el año 2005 obteniendo muy buenas críticas tanto en su país, como así también en el Reino Unido. De esta manera, Cortney no tardó en convertirse en una de las voces pop revelación de Estados Unidos, de modo que ha regresado con su segundo trabajo con ánimos de revalidar su estimación.
Boys suma un total de once maravillosas canciones con las que la artista nos vuelve a invitar a dejarnos llevar por lo que se podría abreviar como un viaje cargado de múltiples emociones. Nada más arrancar el nuevo disco nos encontramos con la melancólica Solid state, una delicada pieza pop-folk que parece cantada por Beth Gibbons y Björk al mismo tiempo. El segundo tema, Watusii, es, con toda probabilidad, uno de los fragmentos más electrónicos de la carrera de Cortney, mientras que Son and moon es, en cambio, una de las piezas que más se acerca a lo que es posible escuchar por mano de la islandesa Björk, tanto por lo musical como por la parte vocal. Being crosby, el cuarto tema, nos sumerge en un folk totalmente espesado por unas bellas guitarras que son acompañadas por unos violines no menos encantadores; Oslo es sencillamente una delicadeza que parece divagar hechiceramente en un limbo perdido en algún punto entre el cielo y la tierra, y tanto So we sing como Palace, nos muestran de forma maravillosa la faceta más shoegazing de la norteamericana. Luego tenemos la magia celestial de Bad news y Oh, China, las cuales poco después dan paso, una vez más, al recargado shoegazing que en esta ocasión disfrutamos de la mano de 17 horses, tema que anticipa el final épico que corre por cuenta de Oh, suicide, una de las tantas maravillas que atesora el segundo álbum de Cortney Tidwell... En suma, si es que la artista en verdad intentó reafirmar su talento con Boys, es del todo claro que lo ha logrado sobradamente y merece, sin dudas, que le tiremos todas las flores.
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martes, 23 de junio de 2009

Múm - Sing Along to Songs You Don’t Know


Los chicos de Múm, Örvar Þóreyjarson Smárason y Gunnar Örn Tynes, han vuelto con su quinto álbum de estudio, el cual, esta vez, fue grabado con la añadidura de los islandeses Sigurlaug Gísladóttir (voces y ukelele), Hildur Guðnadóttir (voz y violonchelo), Eiríkur Orri Ólafsson (piano, trompeta, teclados y arreglos de cuerda), Róbert Reynisson (guitarras y ukelele) y el finlandés Samuli Kosminen (percusiones).
Según anunció Morr Music, puesto que Islandia se ve afectada por una enorme crisis político social desde el año 2008, es perfectamente comprensible que la tristeza que siempre ha impregnado todas las producciones de Múm se vea duplicada en Sing Along To Songs You Don’t Know, cosa que, después de todo, no nos debe sorprender en lo más mínimo.
La suma de los cinco multiinstrumentistas ha dotado de nuevos bríos a la música de Múm, a punto tal, que en el nuevo álbum notamos a la agrupación islandesa mucho más orgánica que de ordinario, alejándose por un momento de la experimentación para mostrarse bastante más cercana al folk acústico. La apertura de mano de If I Were A Fish ya nos indica, desde el vamos, los derroteros que tomarán los siguientes tracks, pues no tardamos en notar cómo los sonidos glitcheanos quedan un tanto relegados a un segundo plano para permitir que toda la atención recaiga en las tímidas guitarras, los magníficos violines, las ingenuas melodías difundidas por lo distintos teclados y la dulce voz de Sigurlaug, quien nos ayuda a olvidar aunque tan sólo sea por un momento a las gemelas Valtýsdóttir. A River Don't Stop To Breathe con su melancolía y su ritmo bossa nova, la pesadumbre contagiosa de Show Me y de Blow Your Nose, o el descenso insondable evidenciado en Last Shapes Of Never, Illuminated y Ladies Of The New Century, son algunos de los excelsos picos melancólicos de Sing Along To Songs You Don’t Know. Sin embargo, no todo es triste en el nuevo trabajo de Múm, puesto que también podemos dar con temas cándidos muy similares a ciertas producciones de Sigur Rós, como por ejemplo Sing Along, Prophecies & Reversed Memories, The Smell Of Today Is Sweet Like Breastmilk In The Wind y Hullaballabalú. En resumidas cuentas, el nuevo trabajo de los islandeses es, como siempre, un dechado de exquisitez, que aunque pueda mostrarse más orgánico que nunca, no por esto se aleja de su impronta distintiva.
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martes, 9 de junio de 2009

The Wooden Birds - Magnolia


The Wooden Birds es un proyecto encabezado por el norteamericano Andrew Kenny, quien fuera integrante de The American Analog Set, una banda de rock estadounidense que venía en activo desde 1994. De entre todos los emprendimientos en los que ha participado Andrew, puede que The Wooden Birds sea el más revelador, pues su álbum debut, Magnolia, no tardó en dar que hablar no sólo en Estados Unidos, donde se publico vía Barsuk Records, sino también en toda Europa, en la cual se distribuyó nada más ni nada menos que por cuenta de Morr Music. Es claro que no es una empresa unipersonal, sino una agrupación que se completa con Leslie Sisson, Chris Michaels, Sean Haskins y Jody Suarez.
Magnolia almacena doce pequeñas piezas en clave folk, que si bien son de una brevedad en algunos casos excesiva (sólo una alcanza los cuatro minutos), pueden ser tan sutiles y frágiles como agraciadas y pegadizas. Con vocales de Leslie, el tema apertura llamado False Alarm nos atrapa de buenas a primeras con su innegable desenfado y sus estribillos que no podemos dejar de corear una y otra vez, algo muy similar a lo que ocurre con la segunda pista, The Other One, la cual es interpretada, esta vez, por Andrew. A continuación siguen sucediéndose las piezas, intercalando vocales entre los dos cantantes principales, a veces con alegría ingenua, y otras, con cierta melancolía no exenta de naturalidad. Sin ser una propuesta pretenciosa, Magnolia gana puntos tan sólo por su simplicidad, pues la agrupación ni siquiera tuvo que tomarse el trabajo de hilvanar piezas suntuosas e interminables, sino que para causar impacto sólo le bastó dejarse llevar por la pureza evidenciada en su espontaneidad. El álbum debut de The Wooden Birds es, en definitiva, una propuesta indie que parece haber sido hecha justo a la medida de Morr Music.
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jueves, 4 de junio de 2009

Klaus & Kinski x 2

Klaus & Kinski es una agrupación indie española que viene dando fe de su existencia desde el año 2006, tiempo en el cual había empezado a manifestarse audazmente en diversos concursos y festivales como Proyecto Demo, Lemon Pop o Contempopránea. El proyecto se inició de manera fortuita un año antes de su desenvolvimiento propiamente como banda, ya que, según apuntan sus integrantes en su myspace, la cuestión comenzó cuando Alejandro Martínez (actual líder) pidió a Marina Gómez que cantara algunas canciones de The Beatles para él, con el solo fin de estrenar el equipamiento de su estudio casero. A las reinterpretaciones siguieron temas propios y ya luego no se pudieron detener, de modo que sólo restó completar la banda con el acoplamiento de Paco Martínez (bajo), Antonio Viwe (teclados, guitarra acústica) y Daniel Martínez (guitarra).
Habiendo obtenido éxito en cuanto concurso se presentaba, finalmente el año pasado consiguió incorporarse a las filas del sello español Jabalina, y éste fue el encargado de publicar Tu hoguera está ardiendo, álbum debut de Klaus & Kinski. En su primer trabajo la agrupación recopiló muchos de los temas que venía interpretando desde años atrás en los festivales, y asimismo, sumó algunos inéditos. Puesto que ya gozaba de antemano con el visto bueno de la crítica, ésta no pudo menos que celebrar la publicación del disco, remarcando, por sobre todas las cosas, el irrefutable eclecticismo que se dejaba ver en él. Tu hoguera está ardiendo exhibió desde canciones en plan indie pop o electro pop hasta otras en clave folk-country, shoegaze e incluso bolero, en las que podía primar la alegría más radiante lo mismo que la oscuridad de la tristeza. Sin dudas la incertidumbre sobreentendida en el álbum, la vacilación entre pista y pista y el pletórico contenido de las letras captó, desde el principio, la atención de mucha gente, la cual se vio seducida por la desenvoltura de Klaus & Kinski a la hora de recorrer diferentes dominios musicales con suma pericia. Las catorce pistas del álbum debut lograron recabar un buen número de seguidores, los cuales aumentaron conforme la agrupación siguió adelante con sus presentaciones en vivo, por un lado, y, por otro, con la reciente liberación de un mini-cd.
Por qué no me das tu dinero es el nuevo EP de Klaus & Kinski, y se compone de cinco pistas enteramente propias que vuelven a arrastrarnos hacia los terrenos de su eclecticismo. Una vez más, nos topamos con su pop guitarrero nada más abrir el EP, aunque, en este caso, se hace ineludible recalcar que el tema apertura, Nunca estás a la altura, es, sin lugar a dudas, excelente. La segunda pista, que es la que da nombre a la reseña, también tiene lo suyo, tanto más cuanto que, tan sólo en lo que toca al bajo y a las guitarras del inicio, me ha parecido una versión acelerada de Digital de Joy Division. Te vas a enterar es un cálido bolero cuya línea de bajo recuerda justamente a Bolero de Ravel, aunque cuenta con la adición de la indecible dulzura de la voz de Marina, quien fue y vuelve a ser la mayor protagonista de Klaus & Kinski. La cuarta pieza, Shell for the morning, es otra muestra de su indie pop desenfadado, mientras que la última, El mejor idilio, cierra la reseña con las suaves cadencias folk que se ajustan maravillosamente a las lamentaciones de la cantante estrella. Puede que para muchos Por qué no me das tu dinero no sea más que otra exhibición no muy reveladora de la versatilidad de la agrupación, pero de fijo que para otros constituirá un progreso, algo así como el pequeño salto comprendido de un escalón a otro en esa gran escalera que supone ser la carrera artística de Klaus & Kinski.

Tu hoguera está ardiendo (álbum-2008)


Por qué no me das tu dinero (EP-2009)


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martes, 2 de junio de 2009

Windmill - Epcot Starfields


Matthew Thomas Dillon es un excéntrico artista inglés que si dio a conocer en el año 2006 bajo el curioso alias Windmill. Si bien sus primeras tentativas en plan indie no tuvieron demasiado alcance, su debut llegado un año más tarde, por el contrario, le valió un ascenso artístico descomunal. Melodic Records fue uno de los primeros sellos en apostar por Puddle City Racing Lights, pero no a mucho se sumaron cuantiosas firmas que se encargaron de propagar la ópera prima de este artista por España, Japón, Alemania, Estados Unidos y Canadá. El mayor impacto lo causó, sin dudas, en América del Norte, donde, según se dice, irrumpió con la misma fuerza con que anteriormente lo habían hecho artistas como Arcade Fire, Mercury Rev, Grandaddy o Flaming Lips.
El éxito de Windmill se debe, en principio, a su gran apertura de cara al fantástico mundo de las ideas, es decir, el del pensamiento mismo. Pero su infinita imaginación se ve asistida, obviamente, por su enorme maestría en lo tocante a la composición, y sólo después de unificar estas dos grandes virtudes, el artista logra desembarazarse de su preñez. Siendo así, para su segundo trabajo tuvo que obrar de la misma manera en que lo había hecho en Puddle City Racing Lights, y presentando otra vez su exquisito indie pop, ha vuelto con ánimos de superarse a sí mismo.
La confección de Epcot Starfields le valió a nuestro inglés un año de encierro voluntario en su hogar. Sólo después de haber obtenido el hilo conductor de su álbum, Windmill decidió sumar en calidad de colaboradores a Sara Rees (violonchelo), Tommy Heap (bajo) y Helen Page (vocalista), quienes dieron el último toque al material que luego recibió su edición final en los estudios Airtight de Manchester. La segunda obra de este artista gira en torno a ciertos recuerdos que, en medio de su soledad, lo embargaron por completo. La remembranza cardinal es aquella que da nombre al álbum, es decir, un recorrido por el parque Epcot (Disney) realizado en su más tierna infancia. Es de entender que el repaso de aquél viaje lo movió a pensar en que aquella época, en la cual no entraban en juego los malos recuerdos ni las responsabilidades de ningún tipo, fue, con toda probabilidad, la más feliz de su vida. No obstante, al contrastar los años de su niñez con los de su madurez y sumar a esto cierta visión universalista del ser humano, Windmill se ha envuelto, de forma irrevocable, en un sentimiento acentuadamente fatalista. Comienza recordando el paseo por Epcot; después rememora una excursión por el centro espacial Kennedy; a poco no puede evitar sacar a colocación al gran Carl Sagan, y enredando sus devaneos existencialistas con el visionado de la película Tron (Walt Disney-1982), en último lugar resuelve embarcarnos a todos en una nave espacial que por todo fin tiene el de librarnos de ese sufrimiento llamado vida… Es bien claro que todo esto suena pesimista, pero, por otra parte, no es más que la contrapartida de “la nueva esperanza” que había tomado la palabra en su primer álbum. Windmill ha forjado una obra que no sólo actúa como música, sino que también funciona como ejercicio filosófico; una obra bella por su tristeza y categórica por su fuerza...
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